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Aquellas empresas que quieran ganarle la partida al futuro, o por lo menos seguir jugando, deben entender que el talento es el activo fundamental a gestionar por las organizaciones.

Los sistemas de gestión por competencias y valores son algo que se lleva introduciendo en las grandes organizaciones unas dos décadas; ello ha permitido la aparición del lenguaje del desempeño humano. Todo ello buscaba el desarrollo personal y potenciar comportamientos que las organizaciones entendían necesarios. El problema es que la gran  mayoría no utiliza los sistemas de gestión del desempeño para alinear a las personas con su estrategia; sino que utiliza sistemas que evalúan el desempeño a través de herramientas que no son fiables y, en ocasiones, incluso ofrecen datos que no son relevantes.
Lo que ocurre es que esta inutilidad del sistema con el paso del tiempo, se convierten en una incomodidad, pero se mantienen, a pesar de no cumplir las expectativas con que se elaboraron, porque existe la creencia de que son necesarios.

A pesar de que avanzamos hacia un cambio, con respecto a todo lo anterior, aún hoy se pueden ver tres males con presencia en gran parte de las organizaciones:

No se entiende el lenguaje del desarrollo y tampoco sus técnicas

El desarrollo humano es algo muy complejo a lo que no se le da el valor que requiere. Y las herramientas para el desarrollo también son herramientas que presentan cierta dificultad. El desarrollo precisa de mucho más que un simple cuestionario.

Ausencia de objetividad 

Este tipo de sistemas no son utilizados para la toma de decisiones debido a que la información que poseemos de las personas es poco válida o de poca calidad.

No se entiende ni aplica el desarrollo humano como una variable estratégica 

Muchas son las empresas y directivos que recurren al discurso que habla de las personas como la clave de cualquier negocio. Sin embargo, lo cierto es que pocos son los que lo aplican y, desarrollo profesional, motivación, conocimiento… son aspectos relegados al olvido que no ocupan ningún espacio en la inmensa mayoría de comités o consejos de administración. Quizá el motivo de ello radique en la dificultad de gestionar el talento de las personas de manera sistematizada.