Cuando existe una imperante necesidad de tener la razón

tener la razón

Se trata del premio que promete toda discusión. Y todos quieren tenerla: jefes y empleados, padres e hijos, etc. ¡Sí, me refiero a la razón!

Me centraré, como hago habitualmente, en el ámbito laboral y de la empresa, aunque lo cierto es que esto lo podemos aplicar a cualquier parte de nuestra vida: cuando alguien tiene una imperante necesidad de tener siempre la razón, es síntoma de inseguridad.

Y cuando hablamos de trabajo, un profesional, sea jefe o no, que necesita llevar siempre la razón, demás de síntoma de inseguridad, estamos ante una clara incompetencia.

No aceptar las equivocaciones, cuando no aceptamos que alguien nos lleve la contraria, no hay duda, existe un problema importante de inseguridad en nuestro interior.
Esta actitud lleva a enmudecer el talento, oculta la brillantez e impide que salga a la superficie y que todo el equipo y la empresa o proyecto se beneficien de él. Por ello, cuando esa necesidad de poseer la razón a toda costa se encuentra en un jefe o superior, agrava la situación.

Pero detrás de todo esto se oculta algo más: MIEDO. Un jefe incompetente con la necesidad de tener continuamente la razón es un profesional con miedo, mucho miedo: miedo a quedar en evidencia, a lo que dirán los demás, a perder la razón porque es lo que sostiene su propia identidad.
Y el miedo no superado, el que so no se enfrenta, en fuente de sufrimiento.

❝La razón siempre ha existido, pero no siempre en una forma razonable.❞ —Karl Marx—

La mayor parte de las conversaciones que mantenemos cada día tienen relación con la opinión. Y unas veces de manera más consciente que otras, tratamos de imponer nuestro criterio y decir siempre la última palabra de manera casi incansable. Resulta casi curioso cómo, a pesar de ser algo que no podemos ver ni tocar, y que la mayor parte de las veces no sirve para gran cosa, no dudamos en luchar a diestro y siniestro por tener la razón.

Valdría la pena parar por un momento a reflexionar sobre ello, dedicar un poco de tiempo a qué sucede si no tenemos o «perdemos» la razón. Y es que, nuestra identidad está intrínsecamente ligada a esas ideas. Y si perder la razón sabe a derrota, quizá detrás de esa necesidad imperante de tener la razón lo que se esconde es la no muy buena necesidad de que los demás aprueben o validen nuestras opiniones, nuestras visiones, nuestras decisiones…

Lo cierto es que lo que experimentamos lo pasamos por un embudo subjetivo que contiene nuestro sistema de creencias, o lo que es lo mismo, una serie de afirmaciones muy personales que dibujan nuestros mapas mentales y con el que interactuamos con la realidad.

Existen algunas preguntas que nos ayudan a dar con la clave de este tema del que da tanto de sí que podríamos escribir todo un libro. Algunas de ellas, y que me gustaría hacerte de manera directa son: ¿qué te aporta realmente poseer la razón?, ¿en qué medida ello te ayuda a ser quien quieres ser o te acerca a la persona que quieres ser?, ¿de qué manera influye la incansable lucha por tener la razón en tus relaciones?

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