Cuando el equipo comienza a fallar
Cuando el equipo comienza a bajar los límites de producción, a errar, en definitiva, a fallar, el líder se encuentra ante uno de los grandes dilemas de la gestión de personas. Una situación por lo general nada fácil debido a que no se suele detectar de manera inmediata la raíz del problema.
Una situación en este marco requiere de toma de decisiones y acción en dirección hacia un cambio positivo.
Es necesario entonces comenzar a trabajar orientados hacia un punto común. Ello implica un trabajo grupal en el que los miembros del equipo compartan sus habilidades, diferentes técnicas y competencias. La clave está en trabajar en equipo pero siendo conscientes de que también debe haber un aprendizaje individual por parte de cada uno de los integrantes.
Ese «punto en común» del que hablo debe ir en línea con la filosofía de la compañía, sus valores y los objetivos establecidos.
Para dar con el método idóneo que permita solucionar la situación, en mi opinión, es fundamental proceder a la averiguación exacta de lo que se precisa. Parece algo lógico, pero lo cierto es que mi experiencia me dice que esta reflexión aparentemente muy simple se hace pocas veces.
El punto de partida está, sin duda, en una acción de investigación con los implicados que nos permita dibujar el escenario actual. Una vez que tengamos esa radiografía de la situación, es momento de proceder a desarrollar el plan necesario que nos llevará a lograr los objetivos…
El siguiente paso puede ser la evaluación del desempeño competencial para establecer y concretar de manera individual con cada uno de los miembros del equipo las áreas de mejora para lograr un perfil lo más afín a las necesidades del proyecto y los objetivos. En este aspecto la clave se encuentra en hacer ver a cada miembro del equipo las partes o aspectos que fallan o no terminan de encajar con las necesidades del proyecto. Y ofrecerles ayuda, guía y recursos para mejorarlas.
En todo este proceso el papel y participación del líder es fundamental. Y es que debe conocer muy bien las «normas» y estar capacitado para, a posteriori, facilitar la comunicación y mantener un feedback positivo y consensuado con sus colaboradores.
El objetivo final de este proceso que se pone marcha cuando el equipo comienza a fallar es lograr que el valor del talento en equipo supere el valor de la suma de los talentos individuales. Y no solo recuperar el rendimiento y productividad que había antes de que comenzara a fallar el equipo, sino superar ese rendimiento.