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El error más habitual que te puede costar la oportunidad

Uno de los momentos más delicados en cualquier entrevista es cuando el entrevistador te pide que hables de un error que hayas cometido. Es una pregunta clásica, sí, pero también una de las más reveladoras. No porque el reclutador quiere saber si fallas —todos lo hacemos—, sino porque busca entender cómo reaccionas ante el fallo y qué aprendizaje obtienes de él.

El error más habitual que te puede costar la oportunidad

Aquí es donde muchos profesionales tropiezan. En lugar de asumir su responsabilidad, se escudan en terceras personas o en las circunstancias. Dicen cosas como “mi jefe no me explicó bien”, “nadie me avisó a tiempo” o “el equipo no colaboró como debía”. Y con eso, sin darse cuenta, están mostrando una de las señales más peligrosas para cualquier seleccionador: la incapacidad de asumir responsabilidad propia.

En coaching lo he visto muchas veces: personas brillantes que, por no aceptar su parte en un fallo, acaban proyectando una imagen de inmadurez profesional.

Asumir no es debilidad, es fortaleza

He acompañado a directivos que, al prepararse para entrevistas clave, me confesaban: “si cuento este error, parecerá que no soy competente”. Y yo siempre les digo lo mismo: reconocer un fallo no te hace débil, te hace creíble. Lo que verdaderamente marca la diferencia es cómo lo gestionaste y qué hiciste después para que no volviera a ocurrir.

Una respuesta como: “Sí, cometí ese error. Me impactó, pero lo tomé como una oportunidad para mejorar. Diseñé un nuevo proceso y, desde entonces, no ha vuelto a suceder” genera en el entrevistador una imagen clara de alguien comprometido, resiliente y orientado a la mejora.

La importancia del relato profesional

Otro punto crítico es cómo hablas de tus experiencias laborales anteriores. Este aspecto, que muchos pasan por alto, es una de las claves que más valora un reclutador experimentado. Hablar mal de un jefe, de un equipo o de la empresa en general transmite una señal inequívoca: falta de autocrítica.

Por supuesto, no todas las salidas profesionales son idílicas. Hay ambientes tóxicos, jefes difíciles y organizaciones disfuncionales. Pero el tono con el que lo cuentas es crucial. Si te limitas a repartir culpas, el mensaje que llega es que no aprendiste nada. En cambio, si logras transmitir que, a pesar de la dificultad, intentaste manejar la situación con madurez y extrajiste un aprendizaje, estarás dejando huella.

Tu historia laboral es más poderosa cuando incluye obstáculos superados que cuando parece un camino sin baches.

La puntualidad también comunica

La puntualidad también comunicaUno pensaría que llegar muy temprano a una entrevista es sinónimo de responsabilidad. Y sí, en parte lo es. Pero exagerar también puede ser contraproducente. Llegar 30 minutos antes puede generar incomodidad y denotar ansiedad. Lo más recomendable es estar en el lugar entre 10 y 15 minutos antes. Ni más, ni menos.

Ese pequeño margen te permite ubicarse, respirar y entrar con una actitud más serena. En muchas ocasiones, los minutos previos a la entrevista son más importantes de lo que pensamos, porque es cuando nuestra mente se centra y se alinea con el objetivo.

Tu imagen habla antes que tú

En un entorno donde las entrevistas se hacen tanto presencialmente como por videollamada, cuidar los detalles de tu presentación es más relevante que nunca. No se trata de llevar ropa de marca, sino de transmitir profesionalismo: una camisa limpia, fondo neutro si estás en remoto, y eliminar distracciones como chicles, gafas de sol o colonias invasivas.

El objetivo no es que te recuerden por tu perfume, sino por tu claridad al comunicar y tu preparación para el puesto.

La discreción es una virtud escasa… y valiosa

Una de las señales más graves en una entrevista es revelar información sensible sobre empleos anteriores. Muchas veces sucede sin mala intención: se quiere mostrar experiencia o justificar decisiones pasadas. Pero los límites se cruzan con facilidad.

Hablar de cifras internas, mencionar nombres concretos o compartir estrategias confidenciales genera desconfianza inmediata. Una persona que no guarda la confidencialidad de su antiguo trabajo, ¿por qué lo haría en uno nuevo?

La ética profesional no se escribe en un CV. Se percibe en este tipo de gestos.

Qué buscan realmente los reclutadores

Después de más de una década trabajando con directivos, puedo afirmar que lo que realmente valoran las empresas no es la perfección, sino la capacidad de evolución. Los procesos de selección no buscan robots sin fisuras, sino personas con criterio, con autoconocimiento y con capacidad de aprender.

Y todo esto se manifiesta en cómo cuentas tus experiencias, cómo reconoces tus fallos y cómo proyectas tu futuro.