Enemigos del cambio
La vida es una constante de cambios. Algunos vienen dados; otros debemos propiciarlos, requieren de nuestra decisión para hacerse efectivos. Y es en este segundo caso donde encontramos la dificultad y salen a la luz nuestros miedos.
Si te encuentras en una situación en la que buscas un cambio pero no terminas de llevarlo a cabo, quizá identificar algunas de las claves que permitan propiciar la evolución, te pueda ayudar a tomar una decisión.
Vivimos sometidos a un sinfín de cambios que nos obligan a adaptarnos de manera continua y estar siempre preparados para nuevas situaciones. Y ello requiere el desarrollo de nuevas competencias (liderazgo, competencias digitales, etc.) y hacer frente a nuestros miedos.
A nivel profesional parte de esos cambios son impuestos por personas de nuestro entorno, por las circunstancias, etc. Sin embargo, otros necesitan que seas tú quien los generes, ya sea porque lo deseas o porque la situación lo requiere.
Ante ello, existen dos alternativas a las que puedes recurrir:
La proactividad que implica anticiparse a una situación buscando una nueva situación que nos permita mejorar nuestras condiciones. Una situación que permita satisfacer nuestras necesidades mientras vamos en sintonía con nuestros valores.
La reactividad implica buscar lo mismo, pero cuando no tenemos otro remedio…
¿Por qué huir del cambio?
Apuesto que en esas decisiones que han sido vitales en tu vida, el discurso inicial que te has planteado a ti mismo es el del NO. Y casi con toda seguridad diría que lo has hecho por alguno de estos motivos:
El esfuerzo
Cambio es sinónimo de esfuerzo. Y tenemos la costumbre de que un esfuerzo requiere de una gran compensación. No sólo no es así, sino que incluso cuando hay compensación, se tiende a ver mayor el esfuerzo que el beneficio.
Esta manera de entender el esfuerzo nos condiciona.
El miedo a ganar
Parece una locura, pero no lo es. Ante el cambio sele aparecer el miedo a descubrirnos a nosotros mismos en facetas que desconocemos. Surge un miedo a no conformarnos y a querer más, a rozar la excelencia, ya que de esta manera tendríamos que prescindir de todas nuestras excusas.
El miedo a perder
Y cómo no, también es habitual el miedo a perder. Quizá la estabilidad o «seguridad» que tenemos en el momento. Hay un archiconocido refrán que dice que «vale más malo conocido que bueno por conocer», no sólo forma de nuestra jerga y cultura popular, sino que esa manera de pensar nos la han inculcado desde pequeños.
El instinto de supervivencia
Normalmente, a los cambios pequeños les hacemos frente con algo más de valentía y decisión, pero cuanto más grande o importante es el cambio que nos planteamos, en mayor grado aparece este instinto.
Las propias creencias
La educación que hemos recibido desde muy pequeños, los mensajes que nos han ido lanzando nuestros mayores, nos han marcado. ¿Cuántas veces te han dicho ‘no has eso que acabarás haciéndote daño’ o ‘así no se hace’? No, no y no. Nos educaron en la cultura del no.
Y diferente sería nuestra mentalidad si ese ‘no’ hubiera sido ‘para qué’.
Trata de identificar cuando estés ante el cambio estas claves y no olvides que todas ellas son las enemigas del cambio. Tomar conciencia de ello te ayudará a relativizar y restar poder a las excusas que tú mismo te pones. Nunca es tarde, intenta buscar ese ‘para qué’.