Enemigos del cambio
La vida, nuestra vida, es una constante de cambios. Unos de ellos vienen dado; otros, precisan de nuestra determinación, de una decisión previa para producirse. Y el problema parece justo cuando estos últimos se ven enfrentados a nuestros miedos, inseguridades e indecisiones…
Evolucionar implica toma de decisiones. Pr ello quiero abordar en este post este tema, para tratar de definir los puntos más importantes en este aspecto.
Vivimos en medio de una vorágine de cambios a todos los nivel y en todos los aspectos de nuestra vida y necesitamos adaptarnos y prepararnos continuamente para hacer frente, de la mejor manera posible a esos cambios desarrollando nuevas habilidades, competencias, etc.
Centrándonos en el ámbito laboral, debemos tener en cuenta que parte de estos cambios vendrán impuestos por nuestros superiores o por el propio entorno. En estos casos no tendremos gran problema. Los inconvenientes aparecen cuando los cambios precisan ser generados por nosotros…
Esos cambios podrían responder a un cambio de domicilio, incluso de país; a un cambio de empleo; o a la búsqueda de un trabajo, por ejemplo. Todos ellos son cambios que, a pesar de ser buscados, nos fuerzan a nueva nueva situación.
Ante esta cambios que nos llevan a una nueva situación podemos mostrar dos tipos de actitud:
- Proactiva: asumiendo el control de la situación y de su actitud, lo que implica la toma de iniciativa en el desarrollo de acciones creativas y audaces que llevan a una mejora. Pero la proactividad no significa sólo tomar la iniciativa, sino asumir la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan; decidir en cada momento lo que queremos hacer y cómo lo vamos a hacer.
- Reactiva: podríamos decir que una actitud reactiva se refiere a buscar lo mismo que la anterior, pero con la gran diferencia de hacerlo cuando no tenemos más remedio.
Ahora bien, ¿qué es lo que nos lleva a resistirnos a cambiar?
Por lo general, ante cualquier decisión importante en nuestras vidas, tendemos a recurrir al no, a plantearnos cada detalle, a buscar excusas… Ello se debe, especialmente a algunos motivos:
El miedo a perder
Hemos crecido y sido educados en tópicos que nos acaban marcando en este sentido, tópicos como: «más vale pájaro en mano que cientos volando» o «vale más malo conocido que bueno por conocer». Solemos temer a perder seguridad, estabilidad, poder, bienes…
Nos frena nuestro instinto de supervivencia
Cuanto mayor es el cambio, más presente tendremos ese instinto frenándonos.
Cuando se trata decomiso pequeños no dudamos tanto en tomar las decisiones necesarias para llevarlos a cabo. Cuando se trata de cambios más importantes, comienzan a parecer miedos que nos frenan de cara a una decisión final. Y a cuando hablamos de cambios vitales, tendemos a poner excusas, evitarlos, etc.
El miedo a ganar
Igual que tenemos miedo a perder, el miedo a ganar también está presente.
El miedo a descubrir facetas propias que no conocíamos; puede tratarse incluso de un miedo a querer más, al inconformismo, etc. Y estos miedos están motivados por el hecho de que, de descubrir estas nuevas facetas, no tendríamos excusas para posponer o evitar lo que tenemos que hacer.
El esfuerzo
Cualquier cambio implica esfuerzo. Un esfuerzo que dependerá, en gran medida, del cambio. Pero el problema no es el esfuerzo, ni la necesidad del mismo a la hora de cualquier cambio; el problema es que tenemos un concepto erróneo del cambio, ya que tendemos a creer que para esforzarnos debemos recibir una gran compensación…
Estas son sólo algunos de los peores enemigos del cambio. Por ello, ante cualquier decisión, situación o circunstancia que conlleve o requiera de un cambio, conviene tenerlas en cuenta, ser conscientes de que están y del por qué están presentes. Y, por supuesto, tomar la iniciativa y pasar a la acción para vencer estos miedos o, por lo menos, minimizar sus consecuencias.